La tecnología deepfake requiere leyes. De lo contrario, puede ser empleada de forma indebida para desencadenar disturbios o provocar un escándalo político. Así lo advierten los expertos en desinformación desde hace tiempo. Una observación que han rescatado Adam Satariano y Paul Mozur, corresponsales tecnológicos del periódico The New York Times en Londres y Seúl, respectivamente, en un reportaje sobre los últimos usos de los conocidos como medios sintéticos.
Avatares en el canal de noticias Wolf News
La tecnología deepfake debe su denominación a la combinación de los términos ingleses deep learning (aprendizaje profundo) y fake (falso). Hablar de un deepfake es hacerlo de un vídeo, una imagen o un audio generados que imitan la apariencia y el habla de una persona. Para dicho fin se emplea inteligencia artificial (IA). Y el resultado, en muchos casos, es muy convincente.
Recientemente, dicha tecnología ha sido utilizada en campañas de desinformación difundidas a través del supuesto canal de noticias Wolf News. En una de ellas, un presentador hacía referencia a una “vergonzosa” falta de acción de Estados Unidos contra la violencia armada. Y en otra, una presentadora ensalzaba el papel de China en las relaciones geopolíticas.
La regulación de la tecnología ‘deepfake’, necesaria
En ambos casos se trataba de avatares utilizados con tecnología deepfake de Synthesia, una startup ubicada en el área de Oxford Circus (Londres). Precisamente, los responsables de esta empresa emergente han sido los primeros sorprendidos. Así, Victor Riparbelli, cofundador y director ejecutivo de Synthesia, ha explicado que su tecnología no puede emplearse para difundir contenido delictivo, discriminatorio, personal o sexual. Y solicitó a los políticos que establezcan reglas más claras sobre la utilización de la IA.
Al respecto, António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ha denunciado el uso de la tecnología para amplificar ideas tóxicas. Por ello, la ONU hará un llamamiento a todos los actores que influyen en la difusión de información errónea y desinformación a través de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC): gobiernos, reguladores, responsables políticos, empresas tecnológicas, medios de comunicación y sociedad civil.
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