Esta tercera década del siglo XXI está siendo, como la pandemia de la COVID-19 nos está demostrando, más compleja que las dos anteriores. La explosión tecnológica, las energías renovables, la globalización y el cambio climático han revolucionado la sociedad. Y han aumentado también exponencialmente los riesgos, los impactos y las consecuencias en todos los ámbitos. Implica reflexionar sobre su importancia y la necesidad de poner foco en la disciplina de la resiliencia organizacional y social sostenible como suma de otras que forman los pilares donde construir la misma. Entre ellas, destacamos:
- Gestión global de riesgos.
- Gestión de crisis y emergencias.
- Continuidad operativa de servicios, procesos y actividades, personas, infraestructuras, suministros y negocios.
Las amenazas y los riesgos teóricos, incluso los estadísticamente conocidos, a los que nos venimos enfrentando seguirán aumentando. Llegan a ser nimios con la cruda realidad que estamos viviendo y que nos deja consecuencias de todo tipo: sociales, políticas, económicas y de vida y salud.
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Por todo ello, es necesario evolucionar y transformar nuestra cultura en resiliencia organizacional, educando en la misma y en las capacidades para prevenir, detectar, responder, superar y analizar en pro de la supervivencia de nuestro ecosistema y de la propia Vida, con mayúscula.
Proceso global
Para lograrlo, una de las herramientas que podemos poner en marcha es la definición de una directiva europea e internacional y una Estrategia Nacional de Resiliencia Organizacional y Social Sostenible. El objetivo es sumar todos y cada uno de los aspectos, ejes, sectores y actores públicos y privados en un proceso global donde todos los componentes de la sociedad –personas, infraestructuras, servicios, suministros, información y datos, procesos y productos– sean resilientes.
Ser resiliente es superar todo lo que nos pueda acaecer saliendo fortalecidos y aprendiendo de ello para prevenir situaciones similares
Ello facilitará que, desde la educación básica de nuestros hijos hasta la de nuestros mayores, se enseñe cómo ser resilientes en todo lo que hagamos y creamos. Así estaremos mucho más preparados como sociedad para responder tanto a lo conocido como a lo desconocido. Y también capacitados para organizarnos y sobrevivir ante situaciones de crisis y eventos, impactos y consecuencias de toda índole que nos esperan a nivel público y privado y como ciudadanos.
Solo así podremos, a medio plazo, sobrevivir como especie y disfrutar de una sociedad resiliente sostenible. Pero debemos cambiar ya muchos paradigmas trabajando al servicio de la sociedad con sentido común, así como con espíritu y valores de esfuerzo, servicio y cooperación para que prevalezca el bien común sobre el particular y donde los objetivos de sostenibilidad sean alcanzados.
Resiliencia es vida
Ser resiliente es mucho más que ser seguro. Es superar todo lo que nos pueda acaecer saliendo fortalecidos y aprendiendo de ello para prevenir situaciones similares. Un gran reto y una gran oportunidad en este ecosistema hiperglobalizado e hiperconectado y cada vez más dependiente de la tecnología, las infraestructuras, los servicios y los datos.
Un mundo en el que lograr la ciberseguridad y la resiliencia organizacional en todos los aspectos comentados implica una auténtica revolución que debemos abordar ya como un objetivo de sostenibilidad en el horizonte de 2030. Y utilizando eslóganes como Sumar multiplica. Súmate y Resiliencia es vida.
