En el sector financiero, uno de los riesgos más importantes que todo profesional de la seguridad debe enfrentar es el de las intrusiones a sucursal. Es decir, cómo mitigar que los valores que se encuentran resguardados en las bóvedas de las sucursales bancarias, que representan un premio muy apetitoso para todos los amigos de lo ajeno, sean sustraídos.
Lo primero que quiero comentar es que cuando suceden las intrusiones a sucursal existe una afectación, primeramente, al activo más importante que toda empresa tiene: su gente. Lo anterior debido a que, cuando ocurre, existen afectaciones emocionales: desde crisis nerviosas hasta, desgraciadamente, la posible muerte de un colaborador que acude a una sucursal de forma cotidiana y se encuentra con los ladrones dentro de la oficina bancaria.
También existe una afectación a la continuidad del negocio, ya que la operación de la sucursal debe parar con el objetivo de que las autoridades hagan los peritajes correspondientes, que se entreviste al personal que pudiera proporcionar información relevante y, muchas veces, para reparar aspectos importantes como paredes, debido a algún boquete, y reinstalar sistemas de alarma, ya que los paneles, lo mismo que las cámaras y DVR, suelen ser arrancados.
Por último, y un aspecto muy relevante, es el dinero, que en un ataque de este tipo suele valorarse en cientos de miles de dólares.
Intrusiones a sucursal: ‘modus operandi’
Este modus operandi de las intrusiones a sucursal ocurre fuera del horario de servicio y cuando no hay empleados laborando en la sucursal. Generalmente, tiene lugar en fines de semana o cuando se atraviesa un día festivo. Comienza con un corte de energía eléctrica, lo cual en nuestra Latinoamérica nunca se puede saber si es un caso del comienzo de una intrusión o simplemente un corte normal asociado a la empresa pública o privada que provee este servicio, lo cual es muy frecuente.
Los ladrones esperan en sitio después de cortar la energía para ver si existe alguna reacción, es decir, si llega la policía, alguna patrulla de seguridad privada, gente de mantenimiento, etc. Si bien pueden hacerlo al mismo tiempo que el primer corte de solo energía eléctrica, es común que esperen un tiempo para también cortar la transmisión de datos (red). Esto, a nivel de nuestra central, es algo a tomar muy en cuenta, ya que es mucho menos frecuente que en un mismo instante no tengamos luz y tampoco transmisión vía red, por lo que esto debe encender las alertas en nuestro cuarto de monitoreo.
Si no perciben ningún tipo de acción, o quizá alguna patrulla pasa y solo permanece algunos instantes y posteriormente se va, empiezan con la labor de realizar un hueco. Muchas veces utilizan algún local o casa contigua abandonado y otras veces se meten por el techo aprovechando huecos y techos falsos.
Esto puede tardar un par de horas. Durante ese lapso puede ser que algún detector de vibración se active y que se despache a la autoridad o seguridad privada. Pero también lo que suele pasar es que desde el exterior parezca que no ocurre nada y reporten a la central “sin novedad”. Esto también apoyado por la estadística tan abrumadora de falsas alarmas que tenemos en la banca.
Una vez dentro, los más sofisticados utilizan bloqueadores de señal (jammers), los cuales inhiben la posibilidad de transmisión de señal vía GPRS. Proceden a localizar DVR, cámaras y panel de alarmas para arrancarlos o desconectarlos. Si para ese entonces en la central no se advierte que pueda ser una intrusión y se actúe en consecuencia, los ladrones tienen hasta que se abra la sucursal al público. Es decir, si es un martes tendrían hasta las 7 u 8 de la mañana del miércoles. Pero si es viernes, tendrán todo el fin de semana para abrir la bóveda y, de existir, también los cajeros automáticos.
¡Sigue leyendo!
Si deseas leer el artículo completo de Fernando Martín Gómez Villarreal, director de Seguridad de Gentera, lo encontrarás en el número 18 de Segurilatam.