El mundo virtual en el que vivimos hoy ha sido posible gracias a numerosos proyectos de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i). Y en sus orígenes tuvieron mucho que ver dos maestros de la ciencia ficción: el gran Isaac Asimov y el no menos interesante William Gibson. El primero predijo Internet, y otros adelantos como las videollamadas o los vehículos autónomos sin conductor, en un ensayo publicado en 1964. Y el segundo popularizó el uso del término ciberespacio en su novela Neuromante (1984).
‘Neuromante’: ¿ciberespacio o metaverso?
Hablar de Neuromante (Neuromancer en inglés) es hacerlo de una de las obras más galardonadas de la ciencia ficción y de uno de los libros de referencia en el ámbito del ciberpunk. De hecho, ganó tres de los premios más importantes de cuantos se conceden en su género: el Nébula, el Hugo y el Philip K. Dick.
Y en los congresos, foros y jornadas de ciberseguridad, algunos conferencistas suelen hacer referencia a la novela de Gibson como origen del ciberespacio. Pero, ¿por qué es así? ¿A qué se refieren exactamente? ¿Quizás deberían hablar de metaverso?
Porque, ciertamente, el ciberespacio que describe el autor originario de Carolina del Sur (EEUU), aunque residente en Canadá, no es exactamente el Internet que conocemos hoy y su forma de describirlo se aproxima más a ese mundo virtual por el que tanto apuestan los gigantes tecnológicos. En cualquier caso, se trata de un entorno en el que los ataques cibernéticos se encuentran a la orden del día.
Y de perpetrarlos conectado a su consola se encarga el protagonista, Henry Dorsett Case, un pirata informático –vaquero en la jerga de William Gibson– adicto a las drogas que vive en Chiba (Japón), ciudad cuyo retrato bien podría corresponder a la versión distópica de Los Ángeles (EEUU) que Ridley Scott plasmó en el icónico filme Blade Runner (1982).
Obra pionera en el lenguaje cibernético y de seguridad
Sin duda, Neuromante es una obra frenética que agradará tanto a los aficionados de la ciencia ficción como de la ciberseguridad. Y que, además de ciberespacio, incluye términos que en su día eran poco o nada empleados y que hoy, casi cuatro décadas después, forman parte de la cultura popular. Entre ellos:
- Chat. Inspira el nombre del Chatsubo, un garito de Chiba que da cobijo a expatriados.
- Drones. En Neuromante son llamados microligeros automáticos eléctricos y forman parte del sistema de seguridad del complejo espacial Freeside.
- Fibra óptica. En la novela ya se hace alusión a fibras ópticas que sobresalen de los enchufes de las paredes.
- Inteligencia Artificial. Los sistemas o máquinas que imitan la inteligencia humana adquieren una gran importancia en el libro.
- Matriz. Es un ciberespacio de realidad virtual en el que los datos complejos son representados por símbolos. Tres lustros después, inspiró a los creadores de la célebre película Matrix.
- Microsoft. No, con este término Gibson no se refiere a la multinacional estadounidense, sino a los chips empleados junto a implantes cibernéticos.
- Pistola Taser. Shin, un joven japonés de Chiba, se encarga de alquilar armas por horas. Entre ellas, pistolas Taser.
- Virus. Aunque en 1984 ya había virus informáticos, la sociedad no estaba suficientemente familiarizada con ellos. En el libro, la serie de virus Topo es considerada “la primera generación de verdaderos programas de intrusión”.
Y en su obra, William Gibson también hace alusión a cirujanos genéticos, máscaras filtradoras, pandemia, software o traficantes informáticos. Conviene recordar que hablamos de 1984, una época en la que Internet, la informática y adelantos como los implantes neuronales, lejos de relacionarse con la realidad, parecían cosa del futuro.
En definitiva, Neuromante es una novela adelantada a su tiempo. Y también trepidante, extraña y loca. En algunos pasajes, la narración es muy precisa y propia del séptimo arte. En otros, por el contrario, requiere una mayor atención para no perder detalle. En cualquier caso, la considerada madre del ciberespacio es de obligada lectura.
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