Hace más de 500 años, una expedición naval sembró la semilla de lo que se puede llamar el origen de la globalización. Posteriormente, con el paso del tiempo se constató que era posible conectar dos localidades cualesquiera situadas en cualquier parte de la Tierra.
Hoy, los diferentes desarrollos tecnológicos permiten conectar esas dos mismas localizaciones en tiempo real, virtualmente, sin demora. Es la realidad en la que vivimos; es el escenario en el que trabajamos. Es en la situación que nuestra misión, defender la libertad de acción de las Fuerzas Armadas en el ciberespacio, se desarrolla.
Zona gris
Las amenazas a las infraestructuras críticas siempre han existido en tiempos de conflicto, pero los escenarios actuales incluyen ahora ciberataques en tiempos de paz por parte no solo de actores estatales, sino también de nuevos actores, que son grupos criminales perfectamente organizados y que prestan su «servicio» al que lo pague.
No cabe duda de que en el ciberespacio nos vemos continuamente en la «zona gris», entre la paz y la guerra, donde las tácticas y procedimientos que se utilizan están enmarcados en lo que los militares denominamos «guerra híbrida»; es decir, aquella que utiliza «armas» y tácticas no convencionales.
En este escenario, donde la velocidad del cambio es la regla, la evolución de las herramientas que los ciberdelincuentes y las organizaciones cibercriminales utilizan supera la capacidad de respuesta de los defensores, donde la aparición y uso de las tecnologías disruptivas como la inteligencia artificial hacen que tengamos que replantearnos los procedimientos para estar preparados para defendernos del próximo ataque. No obstante, aún en este incierto contexto sigue existiendo un único protagonista, y no es la tecnología, es el de siempre, el que ha sido y será la piedra angular de todo el ciberespacio: las personas.
Cooperación internacional
En la era digital, donde las fronteras físicas pierden significado, la cooperación internacional se vuelve fundamental. Este es el escenario en el que se enmarca la cooperación entre España e Hispanoamérica en el ámbito del ciberespacio, un tema de creciente relevancia por su impacto en la economía, la seguridad y la sociedad; y subrayo, la sociedad. Es decir, las personas, nuestro modelo de vida, nuestros valores, nuestra moral, la ética que nos hace querer vivir en una sociedad democrática.
La relación entre España e Hispanoamérica siempre ha sido estrecha, marcada por lazos históricos, culturales y lingüísticos. Esta relación se refuerza en el ciberespacio, donde la colaboración se vuelve esencial para enfrentar los retos y aprovechar las oportunidades que presenta la digitalización.
Durante milenios, las guerras se libraban solo en el mundo físico y eran sangrientas y brutales, pero visibles. La guerra de hoy, y Ucrania es un ejemplo, aunque sigue siendo brutal, a menudo es invisible, al menos a los ojos de la mayoría. El conflicto transcurre paralelamente en el dominio físico y en el ciberespacial. Y aunque solo podemos ver la punta del iceberg, la gente real sufre y muere a consecuencia de lo que ocurre en el ciberespacio.
Porque no nos equivoquemos, lo digital no está separado de lo físico; conviven y se entrelazan íntimamente. Algo que ocurre en el ciberespacio puede tener consecuencias en el mundo físico, y viceversa. De hecho, casi todo lo que ocurre en el mundo real tiene eco inmediato en el virtual.
Dimensiones de la cooperación en el ciberespacio
Pero la cooperación en el ciberespacio se manifiesta en múltiples dimensiones. En primer lugar, en el ámbito de la economía digital, donde la colaboración se orienta a impulsar la transformación digital de las empresas y a fomentar el comercio electrónico. España, por su experiencia en la digitalización, se ha convertido en un socio estratégico para Hispanoamérica. A través de programas de cooperación y acuerdos bilaterales se busca fortalecer las capacidades digitales y promover la integración económica en el ciberespacio.
En segundo lugar, destaca la cooperación en el ámbito de la ciberseguridad. Ante la creciente amenaza de ciberataques, es crucial contar con una respuesta conjunta y coordinada. En este sentido, se han realizado esfuerzos para compartir información, establecer protocolos de actuación y fortalecer las capacidades de defensa cibernética; en concreto, en el Foro Iberoamericano de Ciberseguridad. La colaboración entre los 13 Estados Miembro nos ayuda a estar mejor preparados, a ser más fuertes.
En el ciberespacio nos vemos continuamente en la «zona gris», entre la paz y la guerra
En tercer lugar, la cooperación en el ciberespacio también se extiende al ámbito de la sociedad digital. Aquí, los esfuerzos se centran en promover la inclusión digital, en garantizar el respeto a los derechos humanos en línea y en fomentar la participación ciudadana a través de las tecnologías de información y comunicación. Proyectos como el programa de Alfabetización Digital de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo en varios países hispanoamericanos reflejan este compromiso.
Las jornadas que los tres CERT de referencia en España (Instituto Nacional de Ciberseguridad, Centro Criptológico Nacional y Mando Conjunto del Ciberespacio) llevan a cabo en Hispanoamérica son un claro ejemplo de iniciativas que permiten disponer del ambiente adecuado, donde se discute y se habla, donde se comenta y comparte, donde se escucha y se ayuda.
Desafíos en el ciberespacio
No obstante, a pesar de los avances, aún existen desafíos. La brecha digital, la protección de datos personales, el cibercrimen y la regulación del ciberespacio son temas que requieren una atención continua. Es en este contexto donde la cooperación entre España e Hispanoamérica puede desempeñar un papel esencial, aprovechándonos mutuamente de las experiencias, de los éxitos y, sobre todo, de los fracasos.
En conclusión, la cooperación entre España e Hispanoamérica en el ámbito del ciberespacio es crucial para enfrentar los retos y aprovechar las oportunidades de la era digital. A través de la colaboración y de la cooperación se pueden fortalecer las capacidades digitales, mejorar la ciberseguridad y promover una sociedad digital más inclusiva.
Sin duda, esta cooperación es una muestra de cómo las relaciones internacionales se transforman en la era del ciberespacio; porque, lo repito de nuevo, esto va de las personas.