En la situación actual, surgen preguntas sobre los efectos que tendrá la pandemia de COVID-19 en la operación de servicios esenciales de una nación y que resultan indispensables para la vida, la seguridad y la estabilidad económica, política y social. Y por los cuales adquieren la denominación de infraestructuras críticas. Hablamos de energía, telecomunicaciones, tecnologías de la información –incluyendo Internet–, sistemas financieros, agua potable y servicios gubernamentales, en los que cualquier intrusión, manipulación, sabotaje o interrupción de sus componentes o de las redes de infraestructura que las soportan pudiera afectar al funcionamiento de los mismos; y sus efectos, a millones de personas.
Entre las interrogantes principales más preocupantes se encuentran las siguientes: ¿estamos preparados para enfrentar las circunstancias en términos de capacidades e infraestructura tecnológica? ¿Existe el nivel de madurez y resiliencia necesario para el teletrabajo? Y, ¿existen las capacidades de respuesta para responder de manera oportuna a los ataques cibernéticos?
Teletrabajo masivo
En el ámbito de las tecnologías de la información y comunicación (TIC), uno de los sectores de infraestructuras críticas, podemos decir que cuanto mayor es el índice de desarrollo de una sociedad, mayor dependencia tiene de los sistemas de información y comunicaciones.
El teletrabajo ha sido una de las alternativas para mantener la actividad productiva y profesional, contribuyendo al distanciamiento social y al control pandémico de la COVID-19. Permite a empleados de cualquier organización realizar su trabajo desde un lugar diferente a la oficina utilizando las TIC. Ello implica que millones de personas se apoyan en los servicios domésticos de acceso a Internet para el teletrabajo. Y dicho acceso es, en muchos casos, compartido con otros miembros de la familia para los fines educacionales y de entretenimiento.
Aspectos relevantes
Ello lleva a pensar en dos aspectos relevantes. El primero, la protección de los servicios de Internet domésticos, ahora considerados como críticos por la continuidad de operaciones para muchas organizaciones públicas y privadas, el uso de canales de comunicación seguros, el fortalecimiento de las medidas de seguridad en los dispositivos de empleados que manejan información sensible y muy probablemente la revisión y actualización de políticas para el teletrabajo –como, por ejemplo, el Bring Your Own Device (BYOD)–.
En cuanto al segundo, la contingencia sanitaria ha llevado a la ciberdelincuencia a ser creativos en la actividad criminal relacionada con fraudes a través de sitios de phishing que utilizan la COVID-19 para ofertar artículos e insumos para el cuidado personal, la propagación de programas maliciosos para obtener datos personales e incluso medicamentos milagro sin certificación oficial que podrían dañar la salud de las personas. Solo este contexto de la pandemia atrae la atención, sin ser limitativos, de tres sectores de infraestructuras críticas: la salud, las TIC y la seguridad.
El artículo completo de Radamés Hernández Alemán puede leerse en el número 15 de Segurilatam (disponible en nuestra sección Kiosko Pro).
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