Ya pasaron algunos meses, pero todos recordamos los primeros días de la pandemia. Y en función de en qué parte del mundo lo vivimos, estábamos entre asombrados y asustados viendo las noticias de lo que sucedía en aquellos países donde, en primer lugar, la COVID-19 atacó brutalmente a los sectores más vulnerables. O por el contrario viviéndolo en primera persona, sufriendo los estragos de esta nueva enfermedad que tantas vidas se ha llevado desde finales de 2019. En esas primeras semanas y meses, además de valorar increíblemente nuestra salud, se aprendió a valorar la importancia de la cadena de suministro que, a nivel global, regional y local, hace posible que cada uno de nosotros tenga a su disposición los productos y los servicios necesarios para poder cubrir nuestras necesidades.
Productos esenciales
Muchas personas tomaron conciencia de que no era precisamente magia lo que hacía posible que los estantes de los pasillos del supermercado a pocos metros de casa, la tienda pequeña de alguna ciudad o las gavetas de los hospitales estuvieran llenos de productos. Esa magia era generada por cientos de trabajadores, centros de distribución, plantas y transportes por tierra, mar y aire que también se vieron afectados por la pandemia.
Disponer de alimentos, papel higiénico, tinta para impresora, un coche, mascarillas o respiradores depende de grandes redes de interconexión que hacen posible el ciclo de producción de bienes y servicios y que estos lleguen al consumidor final, involucrando materias primas, su transformación y manufactura, su almacenamiento y posterior transporte para llegar al cliente final, ya sea una tienda, una casa o escuelas, hospitales, otras industrias, etc.
De pronto, “la disrupción de la cadena de suministro” se hizo un tópico generalizado al ver cómo se cerraban puertos y aeropuertos, se imponían restricciones a la libre movilidad, se cerraban industrias, etc. Todos nos convertimos en expertos improvisados, analizando las necesidades de nuestras familias y el inventario disponible en nuestras despensas y botiquines para comenzar a buscar con antelación cómo satisfacer esas necesidades, priorizando aquellos productos considerados esenciales en nuestro particular contexto marcado por la incertidumbre.
Lo que hizo visible esta pandemia de una forma muy extendida es la relevancia de este sector económico en nuestro día a día. Y para los responsables de la seguridad, nos hizo aún más conscientes de la inmensa responsabilidad que es hacer posibles que estas arterias, que son las cadenas de suministro, puedan operar en forma fluida, sin obstáculos, sin incidentes que afecten al comercio global, regional y local, corazón del estilo de vida de gran parte de las sociedades modernas.
Impactos negativos
La situación excepcional que se vivió en los primeros meses de 2020, lejos está de haberse normalizado. Aún se siguen sufriendo impactos que van desde la crisis de los semiconductores que está afectando a todo el sector tecnológico y, a su vez, a otros como el de salud, hasta retrasos considerables en el abastecimiento de diversos productos.
Sin embargo, no es necesaria una pandemia para impactar negativamente una cadena de suministro. En marzo de 2021, el canal de Suez, punto crítico del comercio entre Asia y Europa, se vio colapsado por un barco encallado. La mayor parte del comercio, incluyendo bienes vitales como equipos médicos y de protección, etc., depende del canal de Suez. Tengamos en cuenta que, aproximadamente, el 12% del volumen del comercio mundial pasa por ese solo punto neurálgico.
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Si deseas leer el artículo completo de Alicia Sorroza, directora de Seguridad Corporativa de DHL Supply Chain México, lo encontrarás en el número 19 de Segurilatam.