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Primer cuatrimestre 2016

Opinión

artículo técnico

C

on sobradas razones, América

Latina es considerada la re-

gión más violenta del planeta,

fruto de la numerosa y variada acti-

vidad delictiva. Por ejemplo, al anali-

zar la clasificación de 2015 relativa a las

50 ciudades más violentas del mundo

que elabora el Consejo Ciudadano

para la Seguridad Pública y Justicia Pe-

nal AC de México, sólo ocho urbes es-

tán fuera de Latinoamérica y las ocho

primeras corresponden a la región.

Pero no todo son malas noticias, ya

que países como Argentina, Bolivia,

Chile, Ecuador, Paraguay, Perú o

Uruguay no tienen localidades en el

ranking

. Por otra parte, Ciudad Juárez

(México) no aparece en la lista a pesar

de que en 2008 y 2010 ocupó el primer

lugar. Y tampoco figura Medellín

(Colombia), población que durante la

década de los noventa era sinónimo

de violencia, llegando a alcanzar tasas

de cuatrocientos homicidios por cada

cien mil habitantes.

Cuando se comparan los resultados

de 2014 y 2015 se evidencia que

salieron del

ranking

cinco ciudades

mexicanas, dos colombianas y una

brasileña. Según el

Informe Regional de

Desarrollo Humano 2014

, del Programa

de Naciones Unidas para el Desarrollo,

Colombia ha logrado reducir la cifra

de secuestros de ocho a uno por día y

Nicaragua es el cuarto país de América

Latina, y el primero de Centroamérica,

con la menor tasa de homicidios por

cada cien mil habitantes.

Son ejemplos de que la región

puede arrojar resultados positivos

cuando se abordan, de manera

particular, aspectos que tienen efectos

en los indicadores. A continuación

mencionaré algunos de los factores

que toda nación debe considerar

cuando se trata de combatir el delito y

la violencia.

Instituciones sólidas y

transparentes

La corrupción es un mal que corroe

a las instituciones, lo que genera una

pérdida de confianza por parte de la

ciudadanía. En el estudio

Corruption

Perceptions Index 2014

de Transparencia

Internacional, en el que se analizan

174 países, entre los 15 primeros con

mejores resultados de percepción

sobre el sector público no ubicaremos

ninguno latinoamericano.

Las instituciones del Estado deben

transmitir solidez, lo que se traduce en

autonomía para la toma de decisiones,

nula relación operativa con el partido

de gobierno de turno, transparencia,

capacidad de gestión sustentada con

recursos suficientes y la obligación

de rendir cuentas de su gestión –

orientada hacia la cero tolerancia e

impunidad– en un marco de respeto a

los derechos humanos.

Sistema de justicia criminal

Según el

Informe Regional de Desarro-

llo Humano 2014

, en Latinoamérica no

llega al 25 por ciento el promedio de

la población que confía plenamente

en su sistema de justicia criminal. Por

su parte, el estudio

Por una América La-

tina más segura 2014

de la Corporación

Andina de Fomento, elaborado a partir

de los datos recabados en 13 urbes

latinoamericanas, revela que sólo el

13,7 por ciento de los encuestados

percibe que el sistema judicial impone

castigos justos, mientras que solamente

el 6,4 por ciento opina que se dictan

sentencias de manera expedita.

Los sistemas de justicia necesitan

una cantidad de funcionarios en

proporción al número de casos que

manejan en cada país. Además, deben

poseer los recursos de tecnología e

infraestruc tura que les permitan

agilizar los tiempos de atención a la

población. El recurso humano ha de

contar con capacitaciones frecuentes

y de alta calidad, así como evidenciar

que, efectivamente, es posible hacer

carrera dentro de las instituciones, ya

que su permanencia en las mismas

va a depender de los méritos de su

gestión y no de influencias de carácter

partidista.

En cuanto a las cárceles, el nivel

de ocupación más bajo para un país

Alfredo Yuncoza

Vicepresidente regional de ASIS para Venezuela, Colombia y Ecuador

Seguridad al alcance de América Latina

No es posible esperar de los cuerpos de seguridad

públicos operaciones de calidad cuando el

equipamiento en armas, comunicaciones o

transporte es escaso u obsoleto